miércoles, 23 de agosto de 2017

Contra la publicidad gubernativa o mensajes falsos en la Red (por Francesc Arroyo)

Circula por la red un documento que me lleva a pensar que se trata de un mensaje emitido por alguna agencia publicitaria. Este mensaje se presenta como si fuera auténtico de un “español emigrado a Cataluña” y finge ser argumental. Veamos en qué queda




Circula por la red un documento (lo añado tal cual, con faltas de picado incluidas al final del texto) y algún amigo me lo envía. De hecho, lo he recibido por cuadruplicado lo que, unido a la falta de firma, me lleva a pensar que se trata de un mensaje emitido por alguna agencia publicitaria por encargo del secesionismo subvencionado. Es un más, como las falsas cartas de mossos (una contra el Ministerio del Interior y otra contra el Gobierno catalán). Los gobiernos han descubierto la bondad de la mentira y se han abonado a ella. Con dinero de todos, por supuesto.
No acostumbro a discutir con los publicitarios. Se ganan la vida como pueden, de modo que si hay que promocionar el tabaco, se promociona, aunque mate; si se trata de conseguir que la gente consuma comida basura o beba azúcar con embudo, se machaca al personal sobre las bondades de la maldad. La verdad, en publicidad, no importa, de modo que intentar debatir con ese criterio resulta absurdo.
Pero este mensaje se presenta como si fuera auténtico de un “español emigrado a Cataluña” y finge ser argumental. Veamos en qué queda.
Primera cuestión: se dirige al otro de tú, porque lo considera un compañero, un igual, alguien con quien coincide por historia y sentimientos: la españolidad de origen, el desastre que ello supone para vidas y haciendas. Ahorro al lector las reflexiones sobre los mecanismos de interpelación del discurso ideológico hechas en su día por Althusser. Y tomo “ideología” en el sentido que le da Marx en La ideología alemana: un discurso falso, sea porque la posición en la sociedad impide una percepción precisa de la realidad, sea porque se trata de encubrir intereses más turbios.
Ese tal al que se dirige el autor del panfleto piensa a partir de mensajes que otros envían. No por sí mismo. El autor en cambio elabora sus pensamientos a partir de la experiencia, ni por asomo a partir de los medios subvencionados por el gobierno catalán, que no son ni citados.
El tal, al que el publicitario se dirige con un españolísimo “mi alma”, se siente español pese a haber sido expulsado de España. Claro que al tal no se le había ni ocurrido algo por el estilo. Siempre pensó que había viajado de un punto de España a otro del mismo país. Craso error: ni siquiera viajó, fue expulsado de su tierra. “Lo recuerdas ¿no?, recuerdas que te expulsaron de tu tierra querida. Te expulsó el señorito, el cacique, el terrateniente que no te daba trabajo. Y en un acto de valor te viniste aquí. Y cuando cogiste el ‘sevillano’ con tu maleta de cartón llena de ilusiones, ¿a dónde te dirigiste, mi vida? A Catalunya, a Barcelona, no dijiste me voy a España, dijiste me voy a Catalunya”.
Bueno, ya se sabe algo del autor del mensaje: es catalán, como delata el “aquí” y el “vinieron”. El otro llegó del sur, no de Galicia, ni de Teruel ni de Lérida. Llegó en “el sevillano”, como mandan los tópicos. Con una “maleta de cartón”. Éste tópico es obligado obligado porque el “con una mano delante y otra detrás” ha quedado un poco pervertido después de lo usara Marta Ferrusola para explicar como viven sus hijos e hijas y marido y ella misma.
Y dijo eso tan bonito de “me voy a Catalunya”, con “ny” no con “ñ”. Porque en su interior ya sabía bien lo que se hacía.
Una inmensa tontería. El tal escribiría seguramente “Cataluña” porque tal vez es consciente de que escribir Catalunya cuando se escribe en castellano es insultante para los catalanes. En los idiomas que conozco, los nombre propios se traducen cuando se les atribuye importancia y no se traducen cuando su importancia es menor. Ejemplo: no escribimos London sino Londres, ni Aachen sino Aquisgrán, ni Mainz sino Maguncia, ni Munchen sino Múnich. Pero escribimos Newcastle y no Castillo Nuevo porque esa ciudad no ha sido relevante en nuestra historia. Escribir Cataluña es asumir que es relevante en la historia y lo mismo pasa con Lérida y Gerona. Traducir sus nombres es reconocimiento y no menosprecio como pretende un nacionalismo corto de miras y escasamente dado a la reflexión.
Y en Cataluña pudo realizarse. Porque aquí, como es bien sabido, no había explotadores. Los trabajadores que construyeron los primeros metros de Barcelona fueron recompensados con prebendas, ni mal pagados y explotados ni despedidos cuando descubrieron la huelga como instrumento de lucha obrera.
Claro, en Cataluña había trabajo, industria, desarrollo. Cosas todas ellas vinculadas a los genes, no a las condiciones históricas. Cataluña no tuvo un desarrollo industrial en el XIX gracias a una política proteccionista en el conjunto de España. Y, sobre todo durante el franquismo, el desarrollo industrial se produjo también por cuestiones genéticas. Nada tuvo que ver la inversión extranjera.
Porque parte del desequilibrio territorial con el que se llegó a la transición tiene sus raíces en el desarrollo desigual fraguado en los años de posguerra. El franquismo (y la burguesía española, que incluía e incluye a la catalana) propició inversiones extranjeras. Éstas llegaron atraídas por una mano de obra barata (recuérdese cuando se critique la importación de productos de otros países) cuyos salarios eran establecidos a golpe de Policía Nacional. Como es comprensible, en un país con escasas infraestructuras de transporte, los inversores optaron por un territorio cercano y con una industria incipiente que proporcionaba mano de obra medianamente cualificada. Así se construyeron las primeras autopistas, por recomendación del Banco Mundial y en unas condiciones que han resultado catastróficas para el erario público, aunque no para los bolsillos privados. Hoy hay quien lamenta la existencia de autopistas de peaje en Cataluña pero cuando se hicieron en los años sesenta fueron un maná, el Nilo que facilitaba la instalación de industrias a su entorno. ¿Qué industria se iba a instalar en Cáceres si desde Tarragona se tenía un acceso mucho más fácil al centro de Europa? De modo que allí no se hicieron autopistas y fue en detrimento suyo. No a su favor. Paso por alto que hoy no tienen autopistas sino autovías, en buena parte hechas con subvenciones europeas, pero eso es para otro día y así los demagogos pueden seguir diciendo que los catalanes pagan por circular y el resto de España no lo hace porque, como todo el mundo sabe, en los peajes se enseña en carnet y sólo se paga si se es catalán. No lo hacen los camioneros de Almería ni los de Huelva ni los de Valencia. Sólo un añadido: ¿qué fue de la guerra contra los peajes que hace un tiempo encabezó ERC? Ni siquiera ha suprimido los peajes propios: Sitges, Cadí, Terrassa-Manresa.
En fin, a ese tal que llegó y triunfó, le quieren quitar ahora los derechos a ser catalán y a las pensiones y no se sabe cuántas cosas más. Y lo quiere hacer la casta. Si tenemos en cuenta que ese término lo popularizó Podemos para referirse a los partidos que llevaban años apoyando el sistema, habrá que decidir que los que quieren expoliar al tal de sus derechos son los del Pdecat, con la inestimable ayuda de otras fuerzas: PP, PSOE y, claro, ERC.
Por cierto, que el publicista asegura que Cataluña tiene dos lenguas. Bien está, porque además es cierto. Pero se olvida de decir que no tienen ambas el mismo tratamiento por parte de los secesionistas. Más aún, buena parte de los secesionistas sostienen que una Cataluña independiente sería monolingüe y como prueba baste citar el manifiesto de Koiné.
Sólo para terminar. Creo que no he comido nunca con el autor del panfleto. Por favor que no me tutee. Que exprese el mismo respeto, cómo mínimo, que Puigdemont y Turull tienen para un defraudador confeso llamado Jordi Pujol al que nunca han apeado el tratamiento. Yo me comprometo a respetar al él o a la  ella o al grupo que haya podido perpetrar el texto y mantener el usted. Puedo criticar su mal estilo y sus tergiversaciones históricas, pero les sigo considerando personas que se ganan la vida como pueden.

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