sábado, 11 de noviembre de 2017

Adiós a Carles Pastor (por Francesc Arroyo, Beatriz Silva y Siscu Baiges)

Fue un historiador de su propio presente y fue capaz de verlo en amplia perspectiva. Un periodista riguroso pero, sobre todo, un gran amigo y una persona honesta. Federalistes d'Esquerres no habría sido posible sin él o al menos no habría sido lo mismo




Hoy hemos despedido a Carles Pastor, uno de los fundadores de Federalistes d’Esquerres, un periodista riguroso y profesional que sirvió de maestro a varias generaciones pero que era, sobre todo, un gran amigo y una persona honesta.
Carles Pastor empezó los estudios de periodismo en la Escuela Oficial de Barcelona en el año 1969, el mismo año en el que empezó a estudiar Historia en la Universidad de Barcelona. Fue en los dos casos un alumno serio y brillante. También crítico con alguno de los profesores y el sistema de estudio. En aquellos años convulsos en los que la dictadura se resistía a darse por vencida, colaboró no poco a combatirla. En la facultad de Filosofía y Letras (donde se cursaba entonces la especialidad de Historia) formó parte del movimiento unitario llamado “Comités de Curso” que promovía la democratización de la vida universitaria. Apenas terminar las dos carreras empezó a trabajar en la sección de política de Mundo Diario, de donde pasó a El Periódico cuando se fundó esta nueva publicación. En él se jubilaría al llegar a la edad reglamentaria tras una estancia en El País. Nunca, sin embargo, dejó de escribir de política, actividad que él veía no como un patio de gallinero sino como la organización de la convivencia. Como informador riguroso que fue, quizás tuvo rivales, pero no enemigos.
Hay algunos historiadores que desdeñan el periodismo por su falta de rigor. Carles Pastor, con su actividad a lo largo de los años, muestra lo infundado de ese desdén. Cuando se quiera escribir la historia de los últimos 40 años, sus crónicas serán una fuente excelente. Inevitable. Porque Carlos fue un historiador de su propio presente y fue capaz de verlo en amplia perspectiva, sin dejar nunca de lado la actividad de ciudadano que le impelía a mejorar la sociedad en la que le tocó vivir.
En 2012 formó parte del pequeño grupo que impulsó el manifiesto ‘Llamamiento a la Cataluña federalista y de izquierdas’ que dio origen en 2013 a Federalistes d’Esquerres. Desde el primer día, se puso al frente de un pequeño grupo de periodistas a los que organizó por turnos para poder sacar adelante la comunicación de una asociación que casi no contaba con medios materiales pero sí con un grupo de profesionales dispuesto a dedicarle cada noche algo de su tiempo. Cuando se presentó el manifiesto fundacional, en octubre de 2012, decidió que era suficientemente importante para no enviarlo por correo electrónico y asumió el trabajo de entregarlo personalmente, impreso, en cada una de las redacciones.
Carlos era mucho más que un gran periodista: era un excelente compañero, una persona generosa que hasta el último momento luchó por valores escasos en estos tiempos como la convivencia y el entendimiento. Creía firmemente en una Cataluña diversa, integradora y tolerante. Este proyecto no habría sido posible sin él o al menos no habría sido lo mismo.
Esperamos que la tierra te sea leve, compañero. ¡Volveremos a vernos!

sábado, 4 de noviembre de 2017

Bandera viene de bando (por José Luis Atienza)

Debemos dejar de ser federalistas en la intimidad y dejar de practicar el federalismo como un vicio solitario, y darle la épica y la emoción de ser la única vía capaz de articular la diversidad cultural y nacional, porque ni el inmovilismo ni la insurrección son caminos que lleven a ningún sitio. Nuestra bandera debería ser blanca. Blanca como las sábanas que ondeaban en las azoteas de la infancia, porque el trapo blanco siempre ha sido el color maternal de la tregua, el alto el fuego, la enseña de la paz que sueñan los soldados en guerra



(Intervención de José Luis Atienza en el acto ‘Puente en la palabra’ organizado por Radio Rebelde Republicana el 3 de noviembre de 2017 en el auditorio de Calabria 66)

Bandera viene de bando y dividirse en bandos es la manera más rápida de encontrar razones para lanzarnos los unos contra los otros. El pueblo llano desfilaba dividido, a pie, bajo los trapos de colores de los nobles que iban a caballo. Sentir los colores era ser carne de cañón para morir por la bandera.
Este pasado mes de octubre ha comenzado con un mar de banderas esteladas y ha acabado con un mar de banderas rojigualdas con la presencia minoritaria de la vieja bandera que va de bandera de parte sino de bandera de síntesis precaria: la senyera. Hay quien ha estado en las dos manifestaciones, porque una parte de la gente no va donde sus ideas sino donde va Vicente. Y a Vicente le ha dado por llevarnos a cuestas de las emociones nacionales.
Nación viene de nacer en el mismo lugar, aunque uno nace donde puede y no donde quiere, por lo que la cosa no tiene mucho mérito, porque al igual que nacimos aquí podríamos haber nacido allí. Recuerdo una vieja canción del argentino Facundo Cabral que también cantaba la mexicana Chavela Vargas. "No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir y ser feliz es el color de mi identidad." Ser feliz colectivamente es el color de la identidad del federalismo: organizarse para conseguir esta felicidad relativa de ser diferente y vivir en paz consigo mismo y con los demás. 
Nuestra bandera debería ser blanca. Blanca como las sábanas que ondeaban en las azoteas de la infancia, porque el trapo blanco siempre ha sido el color maternal de la tregua, el alto el fuego, la enseña de la paz que sueñan los soldados en guerra. Es una bandera que dice mucho más que el hablamos, que el dialogamos. Es la bandera del acordemos. El federalismo lleva el pacto puesto hasta en el nombre porque es la construcción política de la confianza (fides) a partir del pacto entre iguales (foedus).
Uno es de la bandera blanca del pacto, pero también de la bandera roja, que es la bandera de la gente de a pie, la bandera de quienes viven de su salario o de su pensión. Uno, que es un comunista desteñido por el cambio climático de la vida y de la historia, todavía cree en los valores de un himno revolucionario y federal. La internacional, un himno de cuando las manos con callos y sabañones eran nuestro capital, que decía cosas como “ningún deber sin derecho” y “ningún derecho sin deber”. La internacional era la vieja solidaridad obrera por encima de fronteras y naciones. La mayoría de los muertos caídos bajo las banderas de las últimas guerras mundiales eran trabajadores. Los muertos siempre los ponemos los mismos. 
El federalismo es la bandera blanca de los sistemas de gobierno, porque el blanco es la suma de colores del arco iris. El sistema federal es ponerse de acuerdo sobre la forma de vivir juntos, de gobernarnos juntos gentes con realidades diversas, y establecer los derechos y los deberes. El federalismo practica el acoso y derribo al concepto de soberanía, derivado de soberano, adjetivo apto para reyes, coñacs y gobierno verticales pero no para un gobierno horizontal, de competencias repartidas, en red, para este mundo que está conectado económicamente. Es incompatible izquierda y soberanismo, porque de lo que se come se cría e izquierda es compartir riqueza, gobierno, economía y derechos sociales. Sin embargo, alguna izquierda ha confundido soberanía y nacionalismo con lucha de clases, que ya es confundir, y a partir de ahí todo en ella fue naufragio.
El punto de apoyo del federalismo para mover el mundo es el deseo de estar juntos, y eso está en peligro. Por ello debemos de convertir la fraternidad con los pueblos de España en una militancia humilde con el aliento de los ideales republicanos que alimentan el federalismo, libertad, igualdad y fraternidad. Es el momento de la militancia federalista, debemos dejar de ser federalistas en la intimidad y dejar de practicar el federalismo como un vicio solitario, y darle la épica y la emoción de ser la única vía capaz de articular la diversidad cultural y nacional, porque ni el inmovilismo ni la insurrección son caminos que lleven a ningún sitio. No nos dejemos arrebatar las viejas palabras de las que el nacionalismo intenta apropiarse, legitimidad, libertad y democracia, para convertirlas en sinónimos de independencia. Nos toca recordar aquellos versos de Espriu.
Però hem viscut per salvar-vos els mots,
per retornar-vos el nom de cada cosa
Y eso depende de la política pero no puede ser una solución desde arriba sino que la tenemos que empujar desde abajo. Ahora más que nunca, cuando florecen las alambradas nos toca proponer. Nos toca recordar a Daniel Viglietti, a quien perdimos hace tres días, y ponernos a desalambrar.
A desalambrar, a desalambrar
que la tierra es nuestra,
tuya y de aquel,
de Pedro, María, de Juan y José.
Muchas gracias.