sábado, 26 de marzo de 2016

El federalismo o la forma política de la fraternidad (por Manuel Cruz)

El papel del federalismo en la crisis de los refugiados tiene pleno sentido porque el federalismo representa la forma política de la fraternidad: encarna, materializa, institucionalizándolos, unos valores y no se limita a apelar a ellos como horizonte último hacia el que tender. Los federalistas (y ya no les digo nada los federalistas de izquierdas) asumen la fraternidad como valor político universal, lo que implica la tarea de hacer visibles y llevar a la “existencia” política muchos sujetos y problemáticas que hasta el momento permanecían ocultas



(Intervención de Manuel Cruz en el acto ‘Europa ante la crisis de los refugiados. Una respuesta federal y solidaria’)



Me permitirán que inicie estas breves palabras de bienvenida citando a una filósofa, Hannah Arendt, que hace más de setenta años escribió un texto titulado “Nosotros, los refugiados”, que en los tiempos que nos está tocando vivir debería resultar de obligada lectura en escuelas e institutos. En él, la autora terminaba su reflexión planteando una tesis que, intempestiva, continúa sonando como un aldabonazo en nuestras conciencias bienpensantes: “los refugiados que viajan de un país para otro representan la vanguardia de sus pueblos”.
Apuntaba con estas palabras a la necesidad de pensar un nuevo significado político del refugiado, más allá del estatuto de marginalidad y tolerancia benevolente que se le acostumbra a otorgar. Atribuir a los refugiados la condición de “vanguardia de su pueblo” los pone, de entrada, a salvo de la condición de desecho social acogido por caridad, y nos coloca en la ineludible tesitura de a pensar su situación en otros términos.
Concretamente en unos términos que nos permitan afrontar lo que dicha situación tiene de auténtica piedra de toque para valorar la calidad del modelo político y social que hemos construido. Las grietas, las sombras, las insuficiencias, de dicho modelo han sido tematizadas desde diversas perspectivas y echando mano de diferentes categorías. Así, la categoría de vida vulnerable, que de tantas dimensiones del mundo contemporáneo da cuenta, se aplica de manera incontrovertible a quienes no tienen ni siquiera “derecho a tener derechos” en un régimen de ciudadanía reducido a la juridificación de la condición ciudadana, como es el caso de los inmigrantes indocumentados o detenidos en frontera sin que se respeten las garantías establecidas por el derecho internacional.
La vulnerabilidad crece como un cáncer dentro y fuera de las fronteras, como Arendt vislumbró con inquietante clarividencia en el texto al que aludíamos hace un instante. En la coyuntura histórica actual, en la que se multiplican las situaciones de precariedad e incertidumbre en todos los niveles de la existencia humana, se hace más necesario que nunca replantearse la participación de estas vidas en unos sistemas políticos donde dicha capacidad a veces se hace imposible. Es preciso sacar a la luz todas estas realidades para que entren en los programas políticos cuanto antes, de la manera más específica y efectiva posible.
De alguna manera son tales constataciones las que justifican que FED, en colaboración con la Unión de Federalistas Europeos, haya organizado este acto (acto que, por cierto, como decía aquel personaje de la película Casablanca, significa “el principio de una gran amistad”). Este acto, en efecto, tiene pleno sentido porque, si me permiten que lo formule así, el federalismo representa la forma política de la fraternidad. El federalismo encarna, materializa, institucionalizándolos, unos valores, esto es, no se limita a apelar a ellos como horizonte último hacia el que tender, ni siquiera como idea reguladora para tutelar nuestras acciones.
Por ello mismo, nada tiene que ver tampoco la reivindicación que el federalismo hace de la fraternidad con su espuria utilización por parte de quienes apelan a ella sin propuesta política alguna, como remedio mágico para solucionar, por ejemplo, los problemas de organización del Estado que hoy tenemos planteados en España. Esos falsos fraternalistas, si se me permite la expresión, a menudo no pasan de constituir la versión actualizada de aquella figura que describía en uno de sus impagables pecios Rafael Sánchez Ferlosio, la figura del español que, acodado en la barra del bar, proclama a los cuatro vientos para todo el que le quiera oír: “esto lo arreglaba yo en veinticuatro horas”. En este caso, ellos lo arreglaban con unas cuantas dosis de fraternidad entre los pueblos.
Pues bien, frente a estos falsos fraternalistas, los federalistas (y ya no les digo nada los federalistas de izquierdas) asumen la fraternidad como valor político universal, lo que implica la tarea de hacer visibles y llevar a la “existencia” política muchos sujetos y problemáticas que hasta el momento permanecían ocultas. Por lo mismo que “fraternidad” quiere decir universalización de la libertad/igualdad republicana, quiere decir también: elevación de todos esos sectores civilmente invisibilizados (como son los refugiados) a una sociedad civil de personas plenamente libres e iguales.
Pero no me corresponde a mí extenderme sobre estos asuntos (especialmente teniendo los cualificadísimos invitados que tenemos hoy aquí), aunque me permitirán que añada una puntualización. Nada más alejado de la retórica que las afirmaciones anteriores. En un contexto cada vez más áspero y descarnado como el del capitalismo en su actual fase probablemente una de los desafíos centrales más urgentes, junto con las presiones a las que hoy están sometidos los principios de igualdad y de libertad, será el de darles una dimensión pública y reconocimiento político, en otras palabras, una encarnación. ¿Por qué? Porque el despliegue práctico de tales principios parece el único que puede garantizar la ciudanía plena o activa, y no un reconocimiento puramente abstracto y pasivo. Los programas políticos fraternales están llamados a ocupar un lugar prioritario en este escenario.

Pero no quisiera finalizar esta ya excesivamente larga intervención mía utilizando un tono engañosamente optimista. Tal vez hoy día no sea posible que los estados ejerzan la capacidad que tuvieron en el pasado para hacer morir, pero sí les es perfectamente posible dejar morir, convirtiendo en invivibles e inviables ciertas vidas más vulnerables que otras. Como dijo Arendt en el ensayo al que empezaba aludiendo: “La sociedad ha descubierto la discriminación como el gran arma social con el que se puede matar personas sin derramar una gota de sangre”. Pues bien, algo deberá hacerse al respecto de tan dolorosa realidad. Para pensar en ello, entre otras cosas, estamos hoy aquí. Muchas gracias.

Vídeo completo del acto:


miércoles, 23 de marzo de 2016

Intervención de Paolo Vacca en el acto ‘Europa ante la crisis de los refugiados: una respuesta federal y solidaria’

Los europeos necesitamos aceptar que la emigración no es un hecho aislado sino un fenómeno estructural que permanecerá en Europa por largo tiempo. La gente que llega no sólo viene por problemas económicos sino huyendo de guerras que les empujan a huir. Europa tiene la obligación legal, ética y la responsabilidad moral y política de acogerlos. Poner en marcha soluciones efectivas a la crisis migratoria y avanzar en la integración política europea son dos caras de la misma moneda 




(Este texto es una transcripción de la primera parte de la intervención del secretario general de la UEF (Union of European Federalists) en el acto organizado por Federalistes d’Esquerres en el CCCB el 11 de marzo de 2016)



En primer lugar, quiero agradecer la organización de este acto. El debate en Europa respecto a la emigración y los refugiados es un debate que se está desarrollando en negativo. Es un debate que está dominado por el miedo, el nacionalismo y el egoísmo nacional. Creo que es muy importante que las organizaciones de la sociedad civil organicen encuentros donde se discutan propuestas positivas, porque una solución solidaria y europea es posible.
Quiero comenzar introducir algunos aspectos necesarios para el debate.
La crisis de los refugiados es compleja porque tiene muchas caras. Es la crisis de los refugiados, personas desesperadas que intentan entrar en Europa. Es la crisis de los estados miembros que se ven incapaces de encontrar las herramientas para afrontar la crisis. Es la crisis de la Unión Europea que no tiene los instrumentos adecuados para resolverla. Al mismo tiempo, es la crisis de la sociedad europea que se ve incapaz de mirar más allá de la propia sociedad nacional, que mira la inmigración con miedo. Debido a las múltiples caras de la crisis, el problema sólo se puede resolver buscando la solución para cada uno de componentes.
Hoy en día hablamos de crisis porque pensamos que los años 2015 y el 2016 han sido muy críticos pero cuando dentro de unos años miremos hacia atrás nos daremos cuenta que no lo han sido en relación a los flujos migratorios que están todavía por venir. Los europeos necesitamos aceptar que la emigración no es un hecho aislado del último año, sino un fenómeno estructural que permanecerá en Europa por largo tiempo, ya que muchos países de nuestro entorno tienen estados fallidos y África tiene muchos problemas de superpoblación importantes. Durante los próximos veinte años estas personas seguirán mirando a Europa como el lugar donde vivir. La emigración no desaparecerá al final de este año, es un fenómeno natural y necesitamos encontrar la manera de gestionarlo a largo plazo.
Cuando miramos la manera de solucionar la crisis migratoria hay varios aspectos que no podemos perder de vista.
El primero es que la mayor parte de la gente que está viniendo a Europa huye de la guerra. Si miramos a los refugiados que ha llegado desde principios de enero, el 85% viene de Siria, Afganistán e Irak, países destruidos por conflictos letales. El 15% restante llegan del norte y centro de África, aunque no son de países en guerra, están en situaciones civiles extremas. Es decir, la gente que llega a Europa no sólo viene por problemas económicos buscando un futuro mejor sino huyendo de guerras que los empujan a huir. Europa tiene la obligación legal y ética y la responsabilidad moral y política de acogerlos en Europa, de modo que puedan integrarse en la sociedad europea.
El segundo aspecto a remarcar es que Europa tiene mucha responsabilidad en la grave situación que se está viviendo porque ha abandonado a su suerte el norte de África y el Próximo Oriente, particularmente Siria. Estos conflictos tardarán en resolverse y llevará tiempo estabilizar sus economías.
El tercer aspecto a tener en cuenta es que los números son gestionables. En el debate, hay gente obsesionada con la cantidad de refugiados, por el miedo a que los refugiados invadan Europa. Pero en 2015 las llegadas han sido de poco más de un millón o un millón y medio de personas que representan un 0,2% de la población europea, en un continente con 500 millones de habitantes. Los números son manejables si los europeos manejan juntos esta situación.
Si miramos las posibles respuestas a la llegada de emigrantes, vemos que no existen soluciones nacionales, por muchas razones: hay países más expuestos como Italia y Grecia que no tienen capacidad para absorber por sí mismos el número de refugiados acampados en su suelo y que de acuerdo con la ley europea actual tienen la obligación de acoger. Pero incluso países como Alemania, que es el país donde los refugiados mayoritariamente quieren ir, no pueden absorber un millón de personas por sí mismos. No hay ningún país en Europa que pueda hacerlo en tan poco tiempo, ni los países del sur, que dónde llegan, ni los países del centro y norte dónde quieren ir.
Per tanto, no hay soluciones nacionales ni soluciones seguras. Algunos políticos en Europa creen que la solución para la crisis es construir barreras o muros para mantener los refugiados fuera de la Unión Europea o levantar barreras entre países vecinos. El problema no desaparecerá de esta manera ni tampoco empujándolos a los países vecinos porque no se pueden construir barreras a todo lo largo del mediterráneo.
Necesitamos pensar en soluciones europeas colectivas que vayan a la raíz del problema, no basadas solo en la perspectiva de seguridad, sino también en los aspectos de integración en el suelo europeo y compartidas para toda Europa.
Uno de los problemas más importantes es que actualmente Europa no tiene las herramientas, ni el poder ni los recursos para dar unamejor respuesta que la nacional. Frente a la ausencia de una solución europea, en la mente de la población se instaura la idea de que las únicas soluciones sean las nacionales.
La UE está intentando hacer dos cosas, las dos muy limitadas. Está intentando negociar con Turquía. Hay una propuesta sobre la mesa que será discutida la próxima semana en el Consejo Europeo, que básicamente consiste en deportar refugiados desde Grecia a Turquía para evaluar en Turquía cuáles tienen el derecho de asilo y redistribuirlos por Europa en un limitado número en relación al número total de refugiados. Pienso que esta negociación está fuera de las obligaciones internacionales de la UE y no funcionará. La segunda opción que la UE está intentando hacer es intentar construir un sistema europeo de guardia fronteriza y de costas que pueda intervenir en situaciones de crisis para ayudar a los países fronterizos. Es una iniciativa que va en la buena dirección pero solo tiene en cuenta los aspectos de seguridad de la crisis y por el momento es muy limitada en recursos en términos de nivel europeo.
Entonces, ¿Cuáles son las propuestas de la UE basadas en la solidaridad y en el federalismo? Necesitamos ayudar a los países de origen de los refugiados. Si no ayudamos a Siria a estabilizarse y reconstruirse, los sirios seguirán escapando a los países vecinos. Si no ayudamos a Libia a reconstruir la sociedad y a estabilizar su política, seguirá siendo la puerta para enviar refugiados hacia Europa. Europa necesita responsabilizarse de la estabilización económica y política de los países del Mediterráneo que ahora están de facto en una guerra civil.
En segundo lugar, necesitamos construir un sistema europeo para gestionar las fronteras europeas todos juntos. Hemos abolido las fronteras internas y sus controles de manera que los ciudadanos pueden viajar libremente por Europa pero las fronteras externas siguen gestionándose a nivel nacional. Cuando ciertos países están expuestos a presiones particulares son incapaces de gestionar sus propias fronteras por sí mismos. Es importante que a nivel europeo se progrese en construir un sistema para gestionar juntos nuestras fronteras y ayude a gestionar la afluencia de refugiados a Europa. No es fácil des del punto de vista logístico, pero los federalistas europeos pensamos que la frontera global podría gestionarse integrando las fuerzas de los diferentes países miembros.
La tercera propuesta desde la perspectiva federalista y solidaria es crear rutas legales de entrada para los refugiados. Los refugiados tienen derecho a entrar en Europa de forma legal, sobre todo cuando tienen el derecho de asilo. Necesitamos organizar mecanismos para poder solicitar el asilo en las áreas en crisis y promover el transporte a Europa de una forma legal y organizada por toda la Unión Europea. En las últimas cuatro semanas, Canadá ha trasladado des esta manera desde Grecia 25.000 refugiados a los que había decidido asilar.
En cuarto lugar, necesitamos un sistema para redistribuir entre los países miembros, a los refugiados que lleguen a Europa. Actualmente el 80% se concentra en Alemania y necesitamos realojarlos en otros países europeos, teniendo en cuenta las características poblacionales, la capacidad económica así como las preferencias de los refugiados. En estos momentos la Unión Europea está discutiendo la reubicación de 160 mil refugiados en dos años que es solo el 10% de la gente que ha llegado en un año. Necesitamos un mayor esfuerzo para realojar, bajo principios europeos, a todos aquellos que han llegado y llegarán a la UE.
La última propuesta es que necesitamos implementar planes de integración, ya que la llegada masiva de refugiados en tan poco tiempo produce un shock en la sociedad. Necesitamos planes de integración en políticas de mercado laboral y de integración en las diferentes sociedades nacionales. La integración no vendrá de forma natural, necesita ser organizada y necesita instrumentos a nivel nacional y europeo.

Es natural que nos preguntemos si la Unión Europea será capaz de hacer todo esto. Obviamente, existen grandes dudas porque la UE actualmente no tiene ni el poder ni los recursos para adoptar las soluciones que estamos proponiendo. No tenemos un gobierno a nivel europeo que pueda gestionar la crisis en sus diferentes aspectos, tampoco tiene competencias ni recursos y nos falta tiempo para encontrar soluciones europeas. El avance en las soluciones planteadas y en la política europea son las dos caras de la misma moneda. Si Europa avanza en la integración política y se dota del poder, los recursos y la estructura de gobierno para poder tomar las medidas correctas, resolveremos el problema. Por el contrario, si no se avanza en la integración de sus políticas, las soluciones tampoco progresarán.

Ver el acto en vídeo:



domingo, 13 de marzo de 2016

Intervención de Carlos Jiménez Villarejo en el acto 'Europa ante la crisis de los refugiados'

Ha llegado la hora de exigir responsabilidades no sólo políticas sino, sobre todo, penales, de parte de las autoridades europeas y nacionales. Por la omisión del deber de socorrer a tantas miles de personas en peligro como por el maltrato moral y físico a que son sometidos los refugiados por el sólo propósito de salvar sus vidas o huir de la represión y el hambre


Fotografías de Anna Surinyach sobre el éxodo de refugiados proyectadas en el acto ‘Europa ante la crisis de los refugiados. Una respuesta federal y solidaria'

Las más de 300 personas que murieron cerca de Lampedusa en Octubre de 2013 fueron la primera expresión masiva de la tragedia humanitaria que afronta Europa desde hace muchos años. Como ha dicho Bernard-Henri Lévy recientemente en un artículo del diario El País, la crisis de los refugiados está “dinamitando Europa”, expresa el “retorno de los egoísmos nacionales” y la instauración de la “ley de la jungla”.
La reciente reacción del Consejo Europeo no ha podido ser mas reaccionaria y cruel. Ya lo adelantaron los acuerdos de febrero de 2015: ”El objetivo debe ser, rapidamente, contener la afuencia de llegadas, proteger nuestras fronteras interiores, reducir la migración ilegal y salvaguardar la integridad del espacio Schengen”. Ya no se hablaba de refugiados sino de “flujos migratorios” o “entradas ilegales”. Ni una cita de la tragedia humanitaria que, desde hacía muchos meses, estaba ocurriendo en las fronteras europeas. Eso si, se requería a la OTAN, no para salvar vidas, sino para “el reconocimiento, seguimiento y vigilancia del cruce ilegal de fronteras en el mar Egeo”.
Ante esta realidad, los textos de la UE se vuelven meramente declarativos. El derecho a la vida, expresión de la inviolable dignidad humana, el principio de solidaridad, el derecho de asilo, la prohibición de expulsiones colectivas y así sucesivamente constituyen una provocación frente a la defensa de los derechos humanos. Sobre todo, cuando tambien se dispone la posibilidad de “recurrir a medios y militares para misiones humanitarias y de rescate” (Art. 43 del Tratado de la UE). Otra mentira.
El resultado es que, según la ONG MIGREUROP, Europa está en guerra contra los refugiados e inmigrantes, como resulta de la oposición de muchos Estados miembros a aceptar y cumplir los principios básicos de solidaridad y la propia normativa europea.
La consecuencia es que Europa ha declarado un estado de excepción para aquellas personas, imponiendo una abierta discriminación que las reduce a un espacio de no-derecho, de limbo jurídico, un régimen propio de un colonialismo interno, que, obviamente, favorece toda clase de abusos, como no cesamos de comprobar a diario. Como lo ha calificado el Profesor Javier de Lucas, la UE está en guerra contra los inmigrantes y ahora, también, contra los refugiados, una guerra que en no pocos aspectos tiene las características de guerra sucia y clandestina” (Mediterráneo: El naufragio de Europa. Editorial Tirant Humanidades.Valencia 2015).
Régimen que aplican a quienes tienen la fortuna de sobrevivir. Porque, según la ONG OIM, desde 2000 hasta 2014 han muerto en el Mediterráneo 22.394 personas, a una media de 1.500 por año. Ante esta realidad, ha llegado la hora de exigir responsabilidades no sólo políticas sino, sobre todo, penales, de las autoridades europeas y nacionales. No solo, como dijo el vicealcalde de Lampedusa, han abandonado la “cultura de la vida”, sino otros muchos principios y normas que están presentes en los ordenamientos penales. Por la omisión del deber de socorro a tantas miles de personas en peligro como por el maltrato moral y físico a que son sometidos por el sólo propósito de salvar sus vidas o huir de la represión y el hambre.
Espero que actos como este, estimulen la exigencia de responsabilidades a los mandatarios europeos civiles y militares y el comienzo del fin de la impunidad.

Ver el acto completo:




jueves, 3 de marzo de 2016

Los refugiados necesitan soluciones urgentes y solidarias (por Beatriz Silva)


La Unión Europea recibió el Nobel en 2012 por su lucha en favor de la paz, la reconciliación y los derechos humanos. Ahora es el momento de demostrar que esto es cierto con personas que escapan de la guerra, la pobreza o la violencia extrema. La UE debe dar respuestas comunes- federales- y solidarias a sus desafíos comunes



¿Cómo gestionamos la crisis de los refugiados? se preguntaba el seminario The Economist hace unos días en su portada. La imagen de una cuerda a punto de cortarse por la que avanzaban frágiles figuras de refugiados intentaba ilustrar cómo la falta de una respuesta eficiente y coordinada a la crisis inmigratoria ha puesto en jaque el proyecto común europeo.
Más de 100.000 refugiados han entrado en Europa en lo que va de 2016 según la Organización Mundial de las Migraciones (OIM). La mayor parte escapaban de Siria, pero también de países como Afganistán, Irak y Pakistán. La misma OIM calcula en más de un millón los refugiados que alcanzaron las costas griegas e italianas el pasado año. Muchos perecieron en el intento, un tercio de ellos niños.
Muchos ciudadanos europeos que desayunan cada día con las imágenes angustiosas de las personas que intentan alcanzar las costas griegas- y las de los cadáveres de los que no lo consiguen- se preguntan porqué no se han organizado aún brigadas europeas para rescatar a estas personas. Porqué no se pone en marcha un sistema efectivo que permita acceder a Europa de forma segura y no en manos de mafias sin escrúpulos que trafican con la desesperación.






Es incomprensible, para muchos, que Europa no sea capaz de dar una respuesta coordinada y eficaz a una tragedia humanitaria que comenzó con la primavera árabe y que se ha agudizado con el recrudecimiento de la guerra en Siria. No es un problema que haya explotado ahora en las manos de los mandatarios europeos, lleva años fraguándose y ha habido tiempo suficiente para abordarlo de manera coordinada y eficaz.
¿Qué está fallando? Los artículos 2 y 3.5 del Tratado de la Unión Europea establecen que los fundamentos de la UE descansan sobre el respeto a la dignidad humana y la protección de los derechos humanos. Por esta razón, la Unión Europea fue galardonada en 2012 con el Premio Nobel de la Paz. El Comité noruego del Nobel destacó entonces que el principal logro de la UE había sido "el éxito de su lucha en favor de la paz y la reconciliación, la democracia y los derechos humanos”. “El trabajo de la UE representa la fraternidad entre naciones", sentenció el Comité del Nobel.
Estos valores está ahora en cuestión, especialmente entre los países del Este donde el discurso nacionalista y xenófobo se ha instalado incluso en algunos de sus gobiernos. Otros, como Austria, se han contagiado de la idea de que la crisis se solucionará sellando fronteras y han decidido imponer cuotas exiguas que no disuadirán a unas personas que huyen de la guerra y la persecución y que no tienen nada que perder.
Detrás de la inacción y la parálisis se encuentra la división de los miembros de la Unión Europea en torno a un problema que es común, y que requiere por eso soluciones compartidas. Pero también la ausencia de herramientas que permitan hacer frente al problema de forma eficaz. Europa necesita avanzar hacia un modelo federal que significa mayor integración en todos los niveles, no sólo el económico.
Es necesario dotarse de una política común de inmigración y asilo que se financie con un presupuesto europeo y que responda a los valores que inspiran el proyecto común como son la solidaridad y la cooperación.
En estos momentos la presión de la ola de inmigrantes recae, según la Convención de Dublín, sobre los países que les reciben, que hacen de frontera de la Unión Europea, en vez de repartirse de acuerdo a criterios como el PIB y la población de cada país. Alemania optó por saltarse el convenio en agosto pasado, para poder acoger de manera más eficaz al flujo constante de refugiados que de otro modo habría tenido que devolver a Grecia o Italia, pero la mayoría de países europeos ha preferido lavarse las manos.
Europa necesita unificar de forma urgente su política de fronteras pero necesita también que ésta se adecue a los principios que Europa dice profesar. No podemos poner  alambres con cuchillas, como en la frontera de Melilla hace unos años, ni rociar con gases lacrimógenos a los refugiados, como hizo Hungría en sus fronteras en septiembre pasado y Macedonia esta misma semana.
No podemos olvidar que todas estas personas que mueren ahogadas en el mar Egeo o que caminan durante semanas expuestas al frío, a la lluvia o a la nieve, escapan de la guerra, de la pobreza o de la violencia extrema que se vive en sus países.
Voces europeístas, como la de la presidenta del parlamento italiano, Laura Boldrini, o el exdirector del diario La Repubblica, Eugenio Scalfari, no se cansan de repetir que la mala gestión de esta tragedia puede acabar con el proyecto europeo. El primer paso de esta desintegración podría ser la suspensión del Tratado de Schengen que garantiza la libre circulación de personas y que representa uno de los principales logros de la Unión Europea. Si cae Schengen, caerá todo lo demás, auguran. 
Jacques Delors decía que Europa solo se resuelve con más Europa. “Si Europa se vuelve poderosa debe ser al servicio del mundo y no de sí misma”, afirmaba en 1991 en un documento titulado “Primero reforzar, después ampliar”. Sus palabras suenan hoy más actuales que nunca.