domingo, 7 de junio de 2015

Libertad de expresión, mala educación y fundamentalismo (Por Adrià Casinos)

Uno puede preguntarse si la libertad de expresión tiene límites, o si la mala educación es sancionable, pero lo que es incuestionable es que hubo premeditación, alevosía y mala fe, por parte de no pocos. Como muestra un botón: la media sonrisa cínica de Artur Mas durante el ejercicio de la libertad de expresión



La monumental bronca de la final de copa ha generado polémica. Con situaciones intermedias, las opiniones se mueven, fundamentalmente, entre los que la justifican en nombre de la libertad de expresión, y los que piden sanciones.
Por supuesto que en una democracia existe la libertad de expresión, como tantas otras (al menos de momento). Y por supuesto que todas ellas tienes sus límites. La libertad de comercio no autoriza la estafa. Se me dirá que la transgresión de los límites de la libertad de comercio, es más clara que el equivalente respecto a la de expresión. Quizá. Pero si un tipo le suelta una grosería a una mujer en la calle, creo que nadie lo defendería en nombre de la libertad de expresión. La mujer se sentiría insultada, como creo que se debieron sentir insultados miles de aficionados que vieron el partido sin estar en el estadio. Y algunos que sí estaban y tuvieron que tragar quina. Pondré otro ejemplo, ese también en términos colectivos.
Si no recuerdo mal, a consecuencia de la masacre del 11-M se organizó en Madrid un concierto de solidaridad, en el que participó Raimon. Su actuación fue boicoteada por los gritos de los energúmenos de la caverna contraria. Fuimos muchos los que nos indignamos (y remarco la primera persona del plural) y supongo que entre ellos debía haber algunos de los que justifican lo del pasado sábado. ¿Fue víctima Raimon de la libertad de expresión? Si ahí el insulto fue individual, también lo fue el que se propinó, de forma igualmente gratuita, al jefe constitucional del estado. Y eso lo dice un republicano de los pies a la cabeza.
Añado que a mí las charangas patrioteras, ni fu, ni fa. Ni por ética, ni por estética. Musicalmente suelen ser bastante deleznables y, por lo que hace a la letra, acostumbra a reducirse a un “Viva nosotros, mueran los otros”, con variación en el número de pareados. En muy pocos casos me motivan. En sentido negativo, tengo que confesar que el Deutschland über alles no deja de producirme escalofríos, al menos por lo que hace a la letra. Y eso a pesar de los bellos compases de Haydn, en especial en el cuarteto originario, que constituyen una excepción en lo dicho antes a propósito de la calidad musical. 

Creo que ya va siendo hora de desdramatizar símbolos, lo cual no es incompatible con el respeto hacia los demás, y la buena educación


Pocos himnos me motivan positivamente. En primer lugar, La Marsellesa, como símbolo del tránsito de súbdito a ciudadano; ha sido himno universal en muchas situaciones de opresión durante dos siglos. Le Chant des Partisans, por razones obvias. El Himno de Riego, borrado de la faz de la tierra española por la reacción local, aliada a la exterior (1823, los Cien Mil Hijos de San Luis; 1939, Legión Cóndor y tutti quanti). La Internacional, como expresión de una utopía a la que no renuncio.
Pero a pesar de los pesares, salvo en una situación realmente excepcional, no silbaría el Deutschland über alles, porque comprendo que para muchos alemanes progresistas puede significar o haber significado algo. 
Creo que ya va siendo hora de desdramatizar símbolos, lo cual no es incompatible con el respeto hacia los demás, y la buena educación. Un ejemplo de desdramatización lo tuve hace pocos años en Buenos Aires, un 25 de mayo, aniversario de la Primera Junta. Acudí a un teatro de Corrientes y antes de empezar la función sonó el himno nacional argentino (“Oíd mortales…”). En un momento determinado del citado himno, se interrumpe la letra y solo suena la música, lo que fue aprovechado por una chica que tenía en la fila de delante para marcar el ritmo con sus bellas posaderas. Creo que sería un buen ejemplo a seguir, un pequeño antídoto antichovinista.
En definitiva, uno puede preguntarse si la libertad de excepción tiene límites, o si la mala educación es sancionable, pero lo que es incuestionable es que hubo premeditación, alevosía y mala fe, por parte de no pocos. Como muestra un botón: la media sonrisa cínica de Artur Mas durante el ejercicio de la libertad de expresión.
Y vayamos ahora a hablar del fundamentalismo. Mientras hacía las maletas para partir a Qatar (el “pagano” del Barça),  Xavi Hernández ha sido una de los voceros que ha salido en defensa de la libertad de expresión. Pues nada, a ejercerla en su nuevo destino. No se trataría de heroicidades como la de Charlie Hebdo. Tan solo comentar que no entiende cómo en pleno siglo XX sigue habiendo monarquías absolutas, o poligamia (empezando por el propio jeque); o por qué de los dos millones de habitantes de Qatar, únicamente 250.000 tienen la ciudadanía; o el papel que están desempeñando los petrodólares cataríes en el conflicto de Siria, el sufrimiento de su pueblo y la destrucción de monumentos patrimonio de la Humanidad. Pero en fin,  “qui paga, mana”, como decimos en catalán. Y dónde haya un buen estadio, que se quiten las cuatro piedras viejas de Palmira.

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