domingo, 24 de noviembre de 2013

A un mes vista (Por Manuel Cruz)

Se supone que dentro de poco más de un mes los ciudadanos de Cataluña conoceremos la fecha de la consulta y lo que en ella se nos preguntara. En todo caso, versará sobre algo de tan innegable trascendencia como el encaje (o si ha de haber alguno) de Cataluña en España. Probablemente estamos tan enredados en el día a día, se nos reclama tanto la atención con pequeños episodios cotidianos relacionados con el proceso, que no calibramos adecuadamente la importancia del hecho de que, a estas alturas, ignoremos por completo lo que se nos va a preguntar, asunto que se ha transformado en objeto de mera transacción política. Sin duda, estamos en un momento histórico pero que, precisamente por serlo, está poniendo a prueba a nuestros representantes políticos. Y no creo que pueda decirse que están saliendo airosos del trance.
Podríamos señalar muchas contradicciones, múltiples silencios, incontables evasivas. Pero tal vez baste con señalar una sola cosa, con formular una simple pregunta: ¿es cierto que en privado los mismos políticos que en sus declaraciones públicas convocan al pueblo de Cataluña al combate final por la consulta comentan que ésta no se llevará a cabo? De ser así, el reproche democrático que deberían sufrir por su silencio habría de ser ejemplar. ¿O es que acaso no tiene derecho la ciudadanía a compartir los motivos de la pesimista percepción de sus representantes?


¿Es cierto que en privado los mismos políticos que en sus declaraciones públicas convocan al pueblo de Cataluña al combate final por la consulta comentan que ésta no se llevará a cabo? 

Pero éstos andan muy tranquilos porque saben que, al menos en primera instancia, el reproche público no se va a producir. No funcionan los contrapesos. Los medios de comunicación -antaño definidos, un tanto enfáticamente, como cuarto poder y hoy atenazados por la brutal crisis del sector, que les convierte en rehenes de los poderes económicos y políticos, por no hablar de la docilidad de los de titularidad pública- hace tiempo que dejaron de cumplir la función de contrapeso critico que en el pasado pudieron desempeñar, incluso con gran brillantez.
Ha llegado un momento en el que el principal problema de los ciudadanos ya no es la orfandad política (el hecho de que no consigan encontrar formaciones políticas en las que sentirse representados) sino la indefensión en la que se encuentran ante las manipulaciones de las que son objeto de manera permanente. Los políticos se muestran incapaces de cumplir compromisos de ningún tipo con la ciudadanía, que no sale de su asombro ante sus continuos volantazos. Los mismos políticos que, eso sí, tras cada nueva corrección del rumbo reiteran el mensaje de que la hoja de ruta permanece intacta.
No hace falta que nos demoremos ahora en enumerarlos. A estas alturas, incluso la lógica ha padecido demasiado (sin ir más lejos, identificando consulta con decisión: ¿acaso expresar una opinión no se diferencia en nada de adoptar una decisión?). Por ello, mejor que apliquemos nuestras energías a lo que más importa. Autoconvoquémonos, de los modos que estén a nuestro alcance, a la tarea política de la que quienes debieran asumirla (más interesados, según parece, en movilizar que en clarificar, en agitar que en debatir, en soliviantar que en solucionar) han hecho dejación. A fin de cuentas, para eso, para contribuir a que nuestras propuestas se abran camino en medio de tanto ruido, nos hemos constituido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario